Despertar con dolores que no permiten disfrutar del amanecer, pasar el día soportando la presión en la cabeza o acostarse sintiendo que no será posible descansar porque la lumbar o la ciática no lo van a permitir, son solo algunas de las circunstancias que viven al menos 3 de cada 10 personas, pues se estima que la incidencia de dolor a nivel mundial aumentó considerablemente en la última década, alcanzando el 32,1% , por eso, en el marco del Día Mundial contra el Dolor, se llama a hacer conciencia sobre este mal que afecta a tantos individuos.
Hoy en día, el dolor no es un simple síntoma, sino que es considerado como una afección que puede ser prevenida y tratada con terapias. El dolor perjudica el ámbito físico, mental y emocional y estos, a su vez, pueden incluso exacerbar la percepción de este. De hecho, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) lo define como “una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada, o similar a la asociada, a una lesión tisular (daño en un tejido) real o potencial”.
Según el estudio Tendencias del dolor y disparidades en su crecimiento, realizado en 146 países desde 2009 hasta 2021, entre los principales factores que influyen en el aumento del dolor en el mundo se encuentran: el estrés, la falta de optimismo, el aumento de la fabricación en algunos países, el perfil de edad de cada población y los estresores sociales vinculados a condiciones económicas difíciles1.
Por su parte, la Federación Latinoamericana de Asociaciones para el Estudio del Dolor (FEDELAT) reporta que entre un 27% y 42% de los latinoamericanos sufre de dolor crónico y es una de las principales causas de consulta en atención primaria .
“El dolor crónico afecta la calidad de vida, la capacidad para trabajar, el estado de ánimo, las relaciones familiares y sociales, así como también la calidad del sueño e, incluso puede causar depresión, dado que aquellos que lo padecen pueden modificar sus conceptos sobre sí mismos, tener cambios súbitos de humor, desajustar su dinámica de vida y permanecer inactivos por mucho tiempo”, comentó el Dr. Pablo Corella, gerente médico de Asofarma para Centroamérica y el Caribe.
“Transformar esta realidad se ha convertido en un reto no solo para los médicos, sino para la sociedad en general ya que por razones culturales, religiosas, actitudes de la comunidad y de los profesionales de la salud, así como por motivos políticos y económicos, el dolor muchas veces no recibe el tratamiento adecuado”, continuó Corella.
En la región no existe suficiente conciencia sobre las opciones de tratamiento, hay pocos programas de educación para médicos, enfermeras y otros profesionales de la salud; de allí la importancia de desarrollar campañas sobre este tema que brinden opciones a los afectados, con el objetivo que vivan más activos y con menos limitaciones .
Por ello se han diseñado variedad de guías para el manejo del dolor, tales como, la de la IASP del 2015 y la del “National Institute of Health and Care Excellence” (NICE) del 2017, centradas en dolor neuropático. Además, existen técnicas psicológicas de relajación, en especial la terapia cognitiva conductual y el biofeedback que se recomiendan para pacientes en los que se detectan trasfondos emocionales .
“El dolor es una cuestión fisiológica, biológica y de características personales y aunque es una experiencia subjetiva, se puede disminuir y hasta eliminar, para vivir más activos y con menos limitaciones. Transformar el dolor en alivio y bienestar debe ser una prioridad individual, familiar, social y mundial, gracias a intervenciones multidisciplinarias que involucren terapias físicas, farmacológicas y conductuales”, concluyó el especialista.
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